Corren rumores de que en Inglaterra se come mal. Todo mentira. Yo creo que quienes difunden esas falacias lo hacen porque no han dado con los sitios adecuados. Es que para todo hay que saber.

Por ejemplo, sábado: visita al mercado de Portobello. Pues ya que estás allí te compras en un puesto un bocata de jamón y queso y una tartaleta de chocolate y naranja (el señor) o de ruibarbo (la señora). Después te compras un capuccino en un vaso de esos enormes con o sin pajita y tira millas.
Domingo: paseo por el Támesis con parada en la Torre de Londres. Pues nada, al pie mismo del Tower Bridge hay un puesto que se llama Paul's y que tiene un montón de delicias que se te van los ojos. Ahí te compras un trozo de tarta de coco (la señora) o un trozo de tarta de ruibarbo (el señor) -ver foto- y el susodicho café. Te lo tomas todo tranquilamente en la terracita que hay al lado y ya te puedes ir a ver como templan gaitas en la Torre. Fácil, ¿no? Y además, no engorda nada.
Domingo tarde: paseo calles comerciales. ¿Que no te ha llegado con las tartitas de Paul's? Pues paras en esta pastisserie de Picadilli Circus y te pides un trozo de cada una de estas, para acabar de redondear tus caderas.
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Ah, bueno. Para cenar, de paso que te vas hacia el hotel, paras en una tienda de esas regentadas por indios, pakistanís o lo que sean (no tengo foto, sorry) y te pides unos sandwiches de esos que vienen en cajas de plástico. No están demasiado mal. Te pillas una Coke (Diet, eso sí), te vas para el hotel y te lo zampas allí tumbado en la cama, viendo la tele. Después te haces un té con el hervidor de agua ese que tan amablemente te proporcionan y listo, Calixto.
Yo, desde luego, hacía tiempo que no comía tan satisfactoriamente. Después de pasarme todo el año a dieta, esto ha sido todo un desmadre y una liberación que me ha proporcionado un placer (casi) sin límites. Alabado sea dios.
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