Bueno, juro y rejuro que esto es lo último que os mando de Londres. Ya me lo había jurado a mí misma, pero como me tengo tan poco respeto, no me mantuve la palabra. Qué vergüenza. Es que me daba pena no compartir con vosotros las últimas fotos chorras que me quedaban.
Decir, para empezar, que ir de compras a Londres es una bobada. Para mí las razones principales son dos. Primera: para comprar en Londres hay que ganar en libras esterlinas o en euros de otro sitio que no sea España, porque con los mil euros esos que nos tocan per cáspita, no nos da ni para el envoltorio. Segundo: casi todo lo que te puedes encontrar allí -menos cosas muy específicas- te lo encuentras aquí, y en espaneuros, que es lo importante. Son las ventajas de la globalización, que alguna tenía que tener.
Y si no vas a comprar..., ¿a qué vas? Pues a mirar, qué caray. Este es uno de los centros comerciales más mirables. Eso sí, tienes que tener una buena salud ocular, porque hay cosas que destrozan los ojos sensibles, por su excesiva... vistosidad. Os iba a poner una foto del Memorial Dodi & Diana que está en el sótano, pero he preferido ahorraros el placer.
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Este es otro centro comercial del centro de Londres, Liberty, y este sí da gloria verlo. Bonito por fuera y por dentro, donde han mantenido el estilo inglés tradicional en la medida de lo posible, claro, que al fin y al cabo no deja de ser una tienda.
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Esta es una de las calles más comerciales de Londres, Regent Street, en la zona de Oxford Street, Picadilly, etc. Es una zona muy animada, llena de gente entre la que te pierdes. Además, te sientes como en casa: Zara, Zara Home, Mango... Sólo falta Barros Grandes Almacenes y El Pote, que en paz descansen.
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Y estos son los archifamosos mercadillos, en este caso Portobello. Por cierto, Blanca, que ahí mismo, en ese momento, estaba sonando el Smoke on the water, de Deep Purple. Qué marchita gloriosa. Me vino muy bien para menearme, porque hacía un fresquito...
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Y para terminar os voy a enseñar parte de mis compras (no hice muchas más, la verdad). Para casa y para regalar: té per tutti. Así que ya sabéis, cuando me veáis, reclamad el vuestro.
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Bueno, y qué os voy a decir de mis preciosos impertinentes. ¡Anda, como yo! Impertinentes, digo. Ahí os los enseño, con su bolsito y reposando sobre el programa de la súper maravillosa Orquesta Sinfónica de Galicia, que también hay que hacer patria. Los compré en Portobello, así que no sé si serán muy antiguos, pero viejos seguro que son. A ver si puedo estrenarlos este viernes.
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Bueno, y esto es todo. He de confesaros también que compramos un plato de Lady Di. Nos costó un riñón y es una horterada supina, pero un amigo nos lo pidió encarecidamente; de coña, pero encarecidamente. Menos mal que allí no me conocía nadie, porque para pedirlo pasé la vergüenza más grande de mi vida. Espero que sepa valorar el mal rato que pasé como se merece, ¿eh, Chemita?
Pues nada, que despedimos la transmisión para conectar con nuestra corresponsala en Roma. Que, por cierto, me ha traído un regalo fotográfico precioso. Si no lo enseña ella, lo enseño yo.
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