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El último viaje del Rayo Blue
Un día leí una anécdota de Francisco García Pérez al hilo de su amistad con Félix Grande. “... Y nos veo sentados en el sur portugués, en una playa, atardeciendo, contemplando el prodigio del sol del verano yéndose a sus cosas, cuando los dioses nos regalaron la visión de la mujer más hermosa del mundo, una joven angoleña que cruzó ante nosotros, se detuvo un instante tan sólo, para ajustarse el pelo, ignorándonos por completo, pero dejándonos tan abatidos, tan muertos, que hubimos de regresar a Ayamonte para vaciar las reservas de vino de la primera tasca que encontramos.” Una anécdota similar tengo en mi haber aunque mi acompañante no era ningún poeta célebre sino un pintor a ratos libres y mi “cuate” a tiempo completo. Estábamos sentados en las rocas del Orzán; la marea baja; el sol era una enorme bola rojiza a punto de ser engullida por el mar. El pelo nos llegaba a la altura de la boca, cuando lo ideal era que nos tapara el cuello entero, ya que hacía pocos meses que nos habían licenciado de la mili; tras un recuerdo viene otro y así, sé que lo que le contaba era un sueño en el cual estaba cumpliendo el servicio militar, pero en donde el cuartel era el Colegio Salesiano, penitencia mía de varios años hasta que dije basta; en tal menester aprovechábamos el tiempo “cuando los dioses nos regalaron la visión de la mujer más hermosa del mundo”; apareció de repente tras las rocas, caminando despacio por el borde del agua; llevaba una túnica larga y colorida, alzada lo imprescindible para no mojarla y el pelo recogido en una enorme coleta llena de rizos; era negra como una piedra de carbón y tan hermosa como esa misma piedra convertida en brasa, y la metáfora, aunque pueda parecer cogida por los pelos, era la mas pura pura realidad, pues al pasar entre nosotros y el sol eso es lo que parecía, un tizón ardiendo. Mientras la veíamos alejarse... - Recuerdas un cuento de Stanislaw Lew en donde una nave extraterrestre llega a la tierra y los tripulantes envían un mensaje: ciudadanos de la tierra, en el pasado hemos colonizado la tierra; una enfermedad se abatió sobre aquellos colonos; ahora regresamos después de haber descubierto el antídoto. - - Sí, la enfermedad era que la piel se había vuelto blanca pero con el antídoto podían volverlos negros a todos de nuevo. - - Por un casual, ¿no sabrás dónde hay que apuntarse? - - No, pero desde ya estaré con las antenas puestas. Al día siguiente, en una tarde de humo con sabor a chocolate, decidimos partir en busca de mujeres negras. Sin encomendarnos ni a dios ni al diablo, montamos en el Rayo Blue (un SEAT 124 salvado in extremis del desguace) armados con una reflex de batalla, pues nuestra intención era fotografiar a cuantas más mejor, y aprovisionados de una cantidad de costo que juzgábamos suficiente. Recorrimos media España durmiendo cada noche en un lugar diferente, ora conduciendo uno, ora vigilando el indicador de temperatura el otro (el pobre Rayo no estaba exento de multitud de achaques) y no vimos ninguna mujer negra; no la hubiéramos visto así pegara su nariz a las nuestras. El decimoquinto día nos fumamos la última china en el Valle del Tietar; sin necesidad de hablarlo tomamos rumbo a Avila, camino del hogar... no sin antes llegarnos hasta los toros de Guisando y tomarles unos fotos, las únicas que hice en todo el viaje.

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Publicado por Javincho el 15 de Febrero, 2007, 23:43
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