El artículo de María sobre las flores del desconsuelo nos ha encogido el corazón y el habla, como es bien patente en los comentarios. Pensé que si estábamos tan impresionados sólo viendo la "noticia" en la pantalla, el impacto de ella es de los no deseables. Recordé entonces los zumbidos de los helicópteros volando bajo en la noche, cuando vivía en A Coruña, muy cerca de Riazor, y cómo me despertaban y daba un respingo en la cama, porque eran sinónimos de naufragio. Y cómo a la mañana tenía miedo de poner los informativos, y cómo después evitaba pasar por las zonas del naufragio porque no hay imagen más impresionante que la de los familiares esperando en lo alto de las rocas a que aparezca el cuerpo del náufrago, cuándo saben además que si por fin aparece lo verán estrellándose contra las rocas. Si esto, además, no es producto de un accidente sino de un suicidio, el horror es insoportable.
En Madrid el vuelo bajo y persistente de los helicópteros, aunque tampoco suele anunciar nada bueno, sé que no dice "naufragio", y me consuelo pensando que estarán simplemente vigilando el recorrido de una comitiva de jefes de estado. Pero nunca puedo evitar recordar...
Pensé también en que si me despertó todos estos demonios la foto y el comentario de María, los suyos deberían de estar formando un buen aquelarre, porque las cosas vistas en una pantalla, por reales que sepas que son, tienen algo que nos distancia, que convierten los hechos en casi ficción. Y recordé otro recuerdo coruñés: la mañana del desastre del Mar Egeo, cuando llegó a casa alguien y me dijo: "pon la tele; se acaba de strellar otro petrolero contra las rocas de la Torre". No lo creí. No es posible, dije, eso no pasa dos veces. Pero allí estaba, incendiado, con unas llamaradas espeluznates, y... otra vez los helicópteros zumbando. Me asomé a la ventana y vi una columna de humo. Los edificios tapaban las llamas y por supuesto todo lo que había de ellas para abajo. Pero enseguida abandoné porque me tenía que ir a trabajar. Bajé al garaje, cogí el coche, y al dar la vuelta a la manzana vi lo mismo que acababa de ver en la tele. Con menos detalle, pero esta vez era real. A sólo unos metros de donde lo había visto en la pantalla, pero esta vez sin pantalla. Y me eché a llorar. Fue ahí cuando sentí: de nuevo un montón de gente con las vidas arruinadas, de nuevo el mar enfermo, de nuevo las costas negras... Así llorando volví al garage porque ya el caos de tráfico era brutal y así llorando llegué a pie a trabajar.
No sabéis cuánto agradecí poder ver sólo en pantalla años después lo del Prestige.
Así que después del desconsuelo de las flores del desconsuelo me dije: voy a dar un paseo, como María, pero por la pantalla, que quiero que todo lo que vea hoy me parezca ficción.
Y entré en Google buscando tonicapertutti, como nos recomendaba ayer Caqués. No os lo cuento. hacedlo.
Y ya que estáis en Google haced otra cosa: teclead "no encuentro la página de los cojones". No le deis a Enter sino a "Voy a tener suerte", y leed con atención.
Espero que alguien haya podido sonreir un poquito gracias a la pantalla y a los amos de ella.
|