No, no os asusteis, no es que haya decidido seguir el camino de aquel pariente y me haya precipitado por el ventanuco (por cierto, ya está en casa y con el ego de lo más subido, la razón: va en silla de ruedas y tiene gemelos de 4 años que están encantados con un padre motorizado en casa que los lleva y los trae pasillo arriba y pasillo abajo). Tampoco he decidido dedicarme a la vida delictiva cutre y sea mi forma de no dejar huella. La culpa la tiene el Carnaval, y es que una es muy sensible, y se quema los deditos cada vez que le da la vuelta a las filloas. Despues de muchos tacos, de bol lleno de hielos al lado y de comprarlas para no hacerme daño, encontré esta solución. Esto hace que, los dias que hago filloas, mi casa se llene (más de lo normal) de adolescentes. Yo el primer año creí que era porque era la madre que las hacia mas ricas pero no, la verdad es que mi adolescente se dedica a hacer visitas guiadas a casa para escojonarse en pandilla de la pinta (porque no os dije que la otra mano, la que hace la foto, está igualita). Lo cierto es que nos reimos mucho, pero el plato no se da visto lleno. Menos mal que ayer fuí previsora y escondí unas pocas para mi contiguo y para mí y, cuando las hordas piratas se fueron a mover el esqueleto nos las comimos sin tener que pelearnos con nadie.
P.D. Una licencia de tia orgullosa de su sobrina: sale una entrevista con ella hoy en El Correo, si la quereis ver: Sevigny
Bicos
|