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Bueno, pues esto es lo que queda de la casa de mi madre, o la casa de "tocamerroque", como la llamaba ella. Siempre decía: "Pero ¿es que los demás no tienen casa?" Y otras muchas cosas que mejor no reproducir aquí. Pues sí que la tenían, pero la verdad es que la mayoría de las veces acababan en la nuestra.
Esto de vivir en la parte baja de Monte Alto tenía sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja era que no tenías que subir todas las cuestas y el inconveniente -relativo- que estabas en el camino de subida y bajada de todo el mundo, con lo cual siempre era el punto de encuentro para las salidas, o el lugar de ensayo guitarrero, o el fumadero de... Ducados, o de las fiestas-jolgorio cada vez que mi madre osaba irse de viaje. He de decir que todas estas fechorías estaban instigadas por mi hermano, que era el mayor y el que llevaba la voz cantante. En el primero de la casa -donde antes había vivido Manolo- viviría años más tarde una queridísima amiga mía. Ahí precisamente nos conocimos. ¿A que sí, Maritere?
Ahí arriba, a la izquierda, está la prueba fehaciente de que el nombre de "tocamerroque" era merecido. La foto está hecha en la puerta de casa. Esa pobre mujer que está arriba, en el centro de la imagen, es mi mami, y creo que la que la está mirando es Caqués. Hay muchos, pero faltan muchos otros, que éramos una buena peña.
La imagen grande es el solar tal y como está ahora. Me dio bastante pena que tiraran la casa, la verdad. Lo que más sentí -aunque parezca una tontería- fue que allí se quedó el pasamanos de madera que iba del bajo al primero, y que había hecho mi padre. A mí me encantaban las vetas de aquella madera y aún me arrepiento de no haberlo salvado.
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