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Tengo la suerte –o la desgracia- de tener un presunto amigo1 (en adelante "presunto"2) excepcional en muchos aspectos. El susodicho presunto –que es una de las personas más inteligentes que conozco- tiene el extraño gusto de querer hacerse pasar por tonto, y he de decir que se le da bastante bien, aunque no hasta el punto de hacerlo creíble, por lo menos para mí, aunque sí bastante desesperante. Que hay que quererlo para aguantarlo, vaya.
Pues bien, el presunto, que le da a todos los palos, me comentaba ayer que viendo el artículo "El benjamín de la familia" se había fijado en que tenía el María Moliner, y me indicó –bueno, me ordenó, porque él es así- que leyese un párrafo de la Presentación en el que María Moliner hacía una confesión. El párrafo es el siguiente:
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El párrafo me parece una preciosidad y María Moliner una persona, desgraciadamente, de las que no abundan, porque para mí todo se debería hacer así: escrupulosamente. Hoy en día, a todo el que quiere hacer bien las cosas se le llama, como poco, "matado", y lo más normal es que su trabajo no sea reconocido y que, encima, muera en la miseria. (Qué trágica me estoy poniendo).
En fin, que gracias al presunto, que a veces me cabrea mucho, pero después tiene estas cosas y, claro, me dejo llevar por la emoción.
NOTAS ACLARATORIAS:
1 presunto amigo: dícese del amigo que todavía tiene que demostrar que lo es.
2 "presunto": supuesto. (La aclaración es para nuestros lectores portugueses, porque este "presunto" non é a pata do porco, ¿eh?)
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