El viernes santo tiene otra cara. Concretamente la vuestra, mis socios tonicapertuteros cabrones, que os estáis poniendo ciegos de terneras y albariños y godellos y dulces mientras me dejáis a mi con la pesada carga de arreglar el país yo solita y cuidar del blog yo solita (je, je; en venganza váis a tener para leer a la vuelta más que yo durante toda la semana).
Bueno, acabo de hablar con vosotros y muy contenta estoy, porque Caqués me está haciendo unos pendientes, y Joso me tiene reservado un regalito. Una colonia. "Eau de té", me ha dicho que se llama. Para los que no sepan francés y quieran comprarla algún día, se pronuncia así: "odeté". Se reía cuando me lo decía en su perfecto francés... No sé por qué. Igual bebió demasiado...
Mientras escribo esto sonó un estruendo ahí afuera. Parecía un trueno, pero... a ver... pues sí. Y ahora otros varios en cadena. Abro la ventana. Me han robado una planta. Y está cayendo una buena chuza. ¡Nada me detendrá! Hoy me voy al centro a dar un paseo como hay dios.
Son las 5 en punto. Hora solar, las 3 de la tarde. La hora en que Cristo murió y los cielos se abrieron, según la Biblia.
Que nada me detendrá, he dicho.
Pasadlo bien en la soleada ría (manda carallo, el mundo al revés). Y contadlo después.
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