Pues que me acabo de enterar por un telediario de que Benedetto Décimosexto acaba de decretar que el limbo ya no existe. Se conoce que era un camino demasiado tortuoso (restrictivo, creo que es la palabra usada) para alcanzar la salvación. Qué cosas. Uno toda la vida creyendo que era el lugar más superpoblado del... del... bueno, del. Porque resulta que ahí habitaban los no bautizados. Imagínense. Cientos de miles de millones de seres humanos. Todos los anteriores a la aparición del bautismo (casi ná) y la inmensísima mayoría de después. Hasta ahora estaba una deseandito ir al cielo, porque era como irse a vivir a La Moraleja, con su tranquilidad, sus amplios jardines, sus seguratas... y la plebe hacinada un poco más allá, pero sin empujar, oiga. Y ahora resulta que va a haber que urbanizar a toda pastilla el cielo para que quepan "los nuevos". Ay.
Mientras tanto, el presuntamente díscolo alcalde Gallardón sigue erre que erre a lo suyo. No se da por enterado de las órdenes "de arriba". Y sus obras están en el limbo como dios manda. Vaya si están. Caminos tortuosos o restrictivos o incluso imposibles hasta el juicio final (que creo que era la fecha en que se resolvía la cosa de las almas sinpapeles, hasta el decretazo de hoy) a tutiplén. Limbo puro a troche y moche. He aquí la prueba. ¿Cuántos meses le calculan ustedes a este bujero? ¿Algún botánico en la sala? Esto no es París. Gallardón quiere. Dice. Pero no es. En París cualquier vecino te dice "esa obra se acaba el día 28" (en francés, claro). Y oye, el 29 pasas por allí, y ni rastro. Otro día comento las pegatinas con fecha de comienzo y fin de las obras madrileñas que figuran en las vallas de las tales, incluyendo la presente. Da para un sainete. O dos. Otro día. De momento, así a ojo, este agujero lleva unos mesecitos abierto, ¿no? Un pajarito deja caer la semilla de un árbol, y tres o cuatro mesecitos después el árbol alcanza la medida que ustedes ven. Mientras, los vecinos llamaron varias veces a los inspectores, los inspectores vinieron, inspeccionaron, y se fueron por donde habían venido. A dónde, es un misterio pendiente de ser despejado por otro decreto de Benedetto. Tras la última visita inspectorial los vecinos empezaron a mosquearse, porque el arbolito empezaba a ser bien hermoso, y temieron que el informe diga que el agujero no puede ser ya tapado nunca más porque hay que proteger al arbolito. Y es que el alcalde anda muy sensible al tema después de haber talado unos cuantos cientos para hacer túneles de 6 kilómetros sin arcén para averías y sin cobertura de GPS (todo un safari tipo S. XIX para los usuarios). Y le dijeron que algunas baronesas despeluxadas andan encadenándose a los arbolitos para frenar el genocidio.
Disque.
|