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Aristócratas franceses en vísperas de la revolución
Ya sé que a menudo hablo con demasiada metáfora, e igual no se me acaba de entender, o parece una coña. Mea culpa. Por si es el caso de "Madrid tiene pelotas", aquí van otras fotos de ayer, tomadas en el mismo parque el que la ciudadanía juega alegremente (un 34'11% ni siquiera fue a votar, gran síntoma en una ciudad efervescente; la culpa, que se la repartan como buenos hermanos entre todos los agentes sociales). La escena que véis tras el arco de rosas es más habitual de los domingos madrileños que los jugadores de pelotas. Nos lleva a lo más oscuro de sociedades desafortunadamente mucho menos caducas de lo que a algunos nos da la gana de creer. Una mujer ecuatoriana ha encontrado, por fin, a las 5 y media de la tarde, a su marido, desaparecido desde hace 24 horas. Él ha hecho lo que es habitual en muchísimos congéneres y compatriotas (lo que aquí era tan normal hasta no hace tanto): gastarse el sueldo de la semana en beber. La mujer trata de llevárselo a casa, y él se resiste con toda la violencia que le permite su estado. Al desarraigo y la precariedad económica del millón de emigrantes que hay en Madrid, se une el desamparo más absoluto en cuanto a programas de integración reales. Mientras yo cogía mi papeleta, otra ciudadana americana, ya con derecho a voto, revolvía papeletas al azar y las metía en sobres errados. Me miró, le debí de dar confianza, no había nadie más alrederor, y afortunadamente me preguntó cómo se hacía aquello. Tenía más de cuarenta años y seguramente era la primera vez que votaba en su vida. Me emocionó pensar aquello. Le expliqué a qué dos cosas había que votar, y cómo era lo de los colores. Lo entendió... a su manera, o sea, sólo entendió lo de los colores. La vi coger sin mirarlas una papeleta blanca y otra salmón, y me temí lo peor. A la salida hacían encuestas a pie de urna. La mayoría de la gente decía voté "tal" y se iba. La inmigrante no supo que contestar. Allí la dejé hablando con el encuestador con cara de "ni puta idea, yo cogí un papel y ya". No veo la botella medio vacía. No. Veo a la señora Botella, concejala de asuntos sociales, tocándose los huevos y enseñando dientes. Porque además no le gustan nada "los moritos", con que ya vamos entendiendo. No se va a gastar un duro mío, y tuyo, y de ellos, en una básica campaña, porque ella ya se sabe lo de las papeletas, ¿cómo no lo va a saber todo el mundo? Y veo a su jefe permitiendo que unos cuantos amigotes se embolsen con el mayor descaro, y la... inefable desidia de la oposición, unos dineros que permitirían hacer una ciudad de verdad, eficaces campañas de educación, de convivencia. De la educación y la sanidad ya no voy a decir nada, porque entonces me iría a las 500 páginas temidas. Hoy os hablo del tema de la inmigración porque es trágico, y porque viene a cuento por las fotos. Pero sólo en "asuntos sociales" es inacabable el asunto. Y tododiós mirando para otro lado, incluidos los convecinos, que han encontrado un enemigo al que culpar de todos los males, mientras redimen a los políticos que son quienes los propician, y no te digo nada de cómo se redimen a sí mismos de sus cotidianas irresponsablidades. A veces pienso que sí, que somos aristócratas franceses en vísperas de la revolución. Cualquier cosa con tal de seguir teniendo talco para nuestras pelucas y no sentarnos a pensar y a trabajar. Somos rematadamente gilipollas. Ahí os van los detalles de la escena con mujer que sin duda maldice el día en que decidió emigrar, mientras piensa si su sueño de traerse a los hijos no acabará en pesadilla.

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Publicado por Bubela el 28 de Mayo, 2007, 16:56
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