Ya sabéis que a nosotros, los lunáticos, nos falta algo cuando hay luna nueva, es decir, la propia luna. Eso me pasó a mí el domingo, cuando me levanté a altas horas de la madrugada y salí fuera en busca de la luna, que busqué y busqué y no la encontré.
Como no suelo darme por vencida fácilmente, pillé el primer sucedáneo de luna que encontré: la farola que hay al lado de mi casa. Hombre, no es lo mismo, pero a los adictos nos quita un poco el mono.
Esta luna es en realidad una luna privada, porque esta farola es "nuestra" farola", que la pagamos nosotros eurito a eurito; la farola, el poste y todo el cableado. O sea, que esta es nuestra luna particular, pero se la prestamos a todo el mundo, que hay mucho lunático necesitado por ahí y hay que ser generoso con el prójimo.
Resumiendo, que este fin de semana me reí y desbarré bastante, pero más comedidamente, porque no es lo mismo la influencia de la luna de verdad que la del sucedáneo. Una cosa es cierta, también me lo pasé muy bien.
Como veis, en esta luna-farola sí había vida, pero se extinguió y ahora es un gran cementerio. De vez en cuando va algún pariente a recordar a sus seres queridos. Lo curioso es que, por alguna extraña razón, acaba también muriendo y quedándose allí mismo. Debe de ser cosa de una antigua maldición lunera, digo yo.