
Este no es Pep Ros Ribas. Es un desconocido (para mi) fotógrafo callejero. A lo mejor debería no ilustrar con foto este artículo sobre un fotógrafo. Seguramente. En fin, que no es Pep Ros Ribas, aunque podrían ser hermanos. Pep tiene aún un aspecto más bohemio, y unos ojos que yo quisiera para mí si el día de la resurrección de los cuerpos se acepta el trueque de órganos (o el robo, porque no se me ocurre qué podría ofrecerle yo a cambio).
Lo vi hacer fotos muchas veces en los ensayos de teatro, casi siempre en los últimos, ya con luces, vestuario y escenografía acabada. Esas fotos que luego sirven para el programa y la promoción. La última, anteayer. Un escenario largo, en una antigua nave industrial. El director del espectáculo "hubiera preferido" que viese el espectáculo más rematado. Yo le dije que "me encanta la cocina". Volveré, no obstante, porque quiero ver actuar y cantar a Enrique del Portal (hijo), que ese día descansaba. El actor-cantante que hacía su papel era estupendo, pero nadie se sube a las mesas y a las barricadas como Enrique. Desde que lo vi hace 14 años haciendo de Enjolras en Los Miserables le juré amor eterno. Volveré. Pero no cambiaría por nada el ensayo del otro día. Ros Ribas hacía sesión de fotos (calculo que habrá hecho más de mil) con dos cámaras colgadas al cuello. Se desplazaba discreto por el escenario, laterales, proscenio, foro, gradas. Y yo seguía cada click de su cámara. Anteayer no se oían los clicks, había mucho ruido en escena, y una orquesta de 30 músicos tapaban la música de las cámaras de Ros. En otras ocasiones yo jugaba conmigo misma a no mirarlo a él, sino exclusivamente a lo que pasaba en escena, y adivinar en qué precisa fracción de segundo iba a sonar el click: el fugacísimo instante de una caída que cuenta el tipo de acción, de una mirada que cuenta el tipo de relaciones, de un banco volando por los aires, de un cuerpo tenso que cuenta al personaje en ese sólo gesto, de un borbotón de sangre que cuenta un final trágico, de una entrada o una salida, una mano que agarra o acaricia o amenaza o decide durante un segundo sólo. Cualquier gesto que sea expresivo lo capta el ojo de Ros. Lo veo, y siempre pienso qué estupendo director de teatro sería. Nada se le oculta, nada se le escapa. No es un fotógrafo de teatro. Es un fotógrafo del alma de cada espectáculo. A veces veo sus fotos después de ver el espectáculo, y pienso que si yo lo hubiese dirigido, volvería a redirigirlo usando de biblia las fotos de Ros. Él consigue que "pase" en escena lo que a veces no ha llegado a pasar, pero debería de haber pasado.
Ver fotografiar un espectáculo a Ros Ribas, es el auténtico espectáculo.