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¿Es o no es la enemiga pública número uno? Para much@s de nosotr@s sí, porque le tenemos pavor, aunque ésta en particular sea una enemiga preciosa. Este domingo, recién llegados de las vacaciones, salimos a dar una vuelta por Coruña. Ardua misión, vive dios, porque la ciudad estaba tomada por toda suerte de tropas invasoras. En fin, que de tanto pasear, la sandalia de turno -la del pie derecho, en este caso- empezó a hacer la puñeta y tuve que ir a comprar tiritas. Lo intentamos primero en Opencor, pero los invasores se habían llevado todas las reservas de apósitos "para cortes y heriditas" del establecimiento en cuestión a modo de botín de guerra. Así pues, encaminamos nuestros pasos -los míos algo renqueantes ya- hacia la famacia Villar, en la calle Real, donde al entrar me topé de frente con esta maravilla que me miraba imponente y amenazadora, porque la maquinita tenía un buen tamaño. Me palpé temerosa las partes a palpar en estos casos (no hará falta que os las detalle, ¿no?) y vi que la amenaza no era tan grave o, por lo menos, que no tenía imposible solución. Hechas ya las paces con la bella báscula, le pedí permiso a los boticarios para fotografiarla, y no sólo me lo dieron, sino que... ¡me enseñaron la botica de cabo a rabo!
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......Vi los retratos del fundador, D. José Villar y Vázquez, y sus descendientes, todos ellos con sus correspondientes certificados de veracidad, ya que en aquellos tiempos -la farmacia se fundó en 1827- no había fotos, y había que dar fe, mediante descripción escrita, de que el sujeto retratado se correspondía con quien decían que era. . . . . . . . .
 . , También me enseñaron la rebotica, llena de sillas y escritorios antiguos, cuadros y un botiquín homeopático precioso. ¡Ah!, y un autoclave que funcionó hasta hace 25 años. . .
 Estanterías llenas de frascos con sustancias químicas -todos ellos en desuso, pero maravillosamente conservados- y un microscopio que al parecer sale en multitud de películas. Tenían más de uno, pero éste es el más antiguo. . .
 . Matraces, pipetas y toda clase de material de laboratorio, y estanterías repletas de todo lo que en farmacia se pueda imaginar. Todo perfectamente conservado por esa señora que vemos ahí. . . . Bueno, pues esto ha sido casi todo, porque todo sería demasiado y tampoco es cuestión. Sólo falta una cosita. Deciros que lo que empezó siendo una amenaza acabó siendo una buena noticia, y si no leed el cartel que había a la izquierda de la báscula. De él se deduce que, como no desciendo de peso, no tengo trastornos orgánicos y no es necesario que oiga el consejo de mi médico -cosa que tampoco me importaría demasiado, porque es un señor encantador-. ¿Es o no es una buena noticia? .
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¿No os había dicho yo que tenía muchísima suerte con la gente que suelo encontrar? Pues un millón de gracias a la familia Villar por su amabilidad, porque yo disfruté un montón de la visita magníficamente guiada por la farmacia.
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