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Una imagen
Hace mucho tiempo las flores escondían el balcón. Hace mucho tiempo, detrás de la casa, había un pozo, hoy eliminado por un acto de justicia, de venganza, o de ambas. Hace muchos años, un niño de 13 años iba camino del campo donde se celebran las fiestas en Besexos, y levantó la vista hacia el balcón cargado de flores. Tras el vano de la puerta, recortada la figura entre la penumbra de la habitación, una niña de su misma edad, sentada, tocaba la guitarra. El balcón floreado, la niña y su guitarra, la habitación en penumbra, formaron una sóla imagen que el niño de 13 años guardaría para siempre en su memoria. En la fiesta, mientras jugaba con los amigos entre el maíz o se elevaba en las lanchas hasta que el feriante, temeroso, subía el tablón que actuaba de freno, miraba entre la gente con la esperanza de volverla a ver. No quiso el destino que se modificara el recuerdo de la niña. Llegó la noche, la retirada de cada cual a su casa, a reponer fuerzas en la cena para el posterior baile con orquesta. Las risas y conversaciones alrededor de la mesa cesaron ante el murmullo de voces que se aproximaba; varias personas se acercaban por el patio a la puerta principal. Sonaron golpes y en ese mismo instante supo, con certeza, que esa gente traía malas noticias, y supo, sin necesidad de que nadie se lo dijera, que la niña de la guitarra había muerto. Alguien abrió la puerta y entraron tres hombres con rostro compungido que relataron el suceso. "Foi a sacar auga do pozo". "Inclinouse moito e o pozo tragouna". "Non habería nin dous palmos de auga, morreu do golpe". Los mayores marcharon a velar el cuerpo. Un niño de 13 años, desde la ventana de su habitación, observa, a través de la noche, la casa, allá a lo lejos, donde reposa la niña muerta. Sólo la luz descarnada de una bombilla ilumina la parte posterior, pero es suficiente para vislumbrar el pozo, quieto, inocente, como ignorante del asesinato que ha cometido. De vez en cuando veía sombras evanescente recorrer la pared y el brillo de la punta de los cigarrillos que, al ser aspirados por fumadores invisibles, le recordaba la luz de las velas que estarían rodeando el féretro.
(Pasasteis varias veces por delante de esta casa, pero seguro que nadie se fijó en ella. Las casas son como las personas, por muy feas y vulgares que parezcan, tienen una historia que contar).
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Publicado por Javincho el 19 de Septiembre, 2007, 21:18
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