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Bueno, vale, pues para dejar tranquilos a los que se quedaron en casa vamos a contar la verdad, toda la verdad y todas esas cosas adyacentes a ella.
El tiempo fue horrible, no pudimos salir de casa ni cinco minutos. Hacía frío, venteaba y llovía, todo junto; ya no sabíamos a qué atender, si al paraguas, a la bufanda o a rascarnos los sabañones. ¡Ah!, porque esta foto de los dos cuñados en Aguiño con Fara y Otto no es de hoy por la mañana, ¿eh?
Menos mal que teníamos la despensa bien surtida y nos pusimos como ceporros de comer que si no, habríamos acabado matándonos. Ahora bien, para no daros envidia también confesaremos que las almejas a la marinera que nos preparó la hija de Dios estaban intragables; el cocido, asqueroso; el licor de mandarina del año 2006, nauseabundo y la tarta de crema tostada y nata con la que nos obsequió el consorte de la hija de Dios no merecía el quilo que nos engordó. Eso sí, repetimos, por no hacerle un feo al donante, que él lo hizo con toda la buena intención.
Resumiendo, que dado el relato de los hechos anterior y la terrible baja por enfermedad que sufrimos, habéis hecho muy bien no viniendo, que no os habéis perdido nada.
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