Hace un buen rato que la palabra "personaje" ronda mi cabeza y, como me suele suceder, ahora no estoy seguro del significado ni de si tal palabra existe; me fiaré de la intuición y la daré por válida.
Se dice que a "las cosas" no se las quiere de verdad, aunque yo se quien a su coche le dispensa más cuidados que a una amante, y según esto, a un personaje de ficción no se le debería querer, y sin embargo queremos.
A los personajes, si son de aventuras, se le coge un cariño especial; estoy pensando en Jhon Silver el Largo, el Capitán Achab, Corto Maltés o Maqroll el Gaviero, héroes sin serlo, perdedores casi todos ellos que corren en pos de un "llamémoslo sueño" como si la vida les pisara los talones. Son nuestros alter ego, son nosotros si nosotros fuéramos como queremos; por eso los amamos, porque forman parte de nuestras vísceras y sería doloroso extirparlos.
Existen también personas que han dejado de serlo, a las cuales reivindicamos su condición de personajes, a los que queremos como si de entes de ficción se tratase; no se sabe muy bien por donde, pero un día se colaron en nuestra casa y ahí han permanecido agazapados, no siempre recordados pero nunca olvidados, ya que su lema, "lo imposible es realizable", permanentemente es redibujado en el aire de nuestra habitación. Estoy pensando en Lawrence de Arabia, Admunsen, Cousteau, en Edmun Hillary que acaba de fallecer hace pocas horas. Estará comentando con Tenzing Norgay cómo le fue en esta última escalada.

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