Acabo de hacer un montón de fotos de una planta preciosísima, cuyo nombre desconozco, y que está en mi ventana llena de flores azules. Desde dentro, desde fuera, con flash, sin flash...
Y cuando ya daba por terminada la sesión, reparé en ésta que veis. Un ciclamen agonizante, al que le queda una única flor que resiste, y por resistir está aplazando su destino desde hace semanas. Su destino es la basura. Hasta hace pocos años nunca, jamás, tiraba una planta hasta que pasaba todas las pruebas posibles de muerte sin remedio, y siempre eran muchos meses los que les concedía para que tuvieran la oportunidad de resucitar. Pero ya no soy tan compasiva ni tan confiada. A la mínima señal de debilidad, zas, al cubo de la basura. Este ciclamen lleva dando señales de debilidad desde hace un mes. Todas los capullos se pudren antes de florecer. Pero esta flor ha decidido convertirse en el Astérix de la maceta. Ella sola está salvando la planta entera.
Ya estaba cerrando la ventana cuando reparé en ella, y en esto que os cuento. Y recordé en ese momento una cosa que me dijo una vez un amigo muy querido. Me dijo: "La resistencia es un valor en sí mismo". Me agarré a la frase como lema de vida, y durante unos meses fue mi balsa de salvación. Creo que a esta flor le está pasando lo mismo.
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