Mi churumbela me mandó unas cuantas fotos. Le dio por ahí. Por messenger. Mientras me iba contando cosas profundísimas... que de repente se desvanecían porque le aparecía otra persona en la charleta, o le entraba hambre súbita y se iba a la cocina y no volvía en 10 minutos... y así. ¡La donna e movile, y si es giovane -o giovana-, más!
Cuando podía, se acordaba, o no era interrumpida por otros o por ella misma, iba comentando los insertos. Eso sí, de vez en cuando me recordaba que no olvidase leerlos (seguramente cree que lo suyo una epidemia generalizada, y ha olvidado que su madre lee hasta los tubos de la pasta de dientes y suele hacerlo quieta. Sentada en cualquier tipo de asiento, pero sentada y quieta). Sobre ésta me contaba que invitó a una fiestecilla a su casa a un grupo de gente especial, a los que más quiere de la gente con la que se mueve por la Pérfida. Les puso delante un lienzo en blanco y unas pinturas (supongo que también unas poteitos chips, por lo menos) y les pidió que cada uno pintase algo (liiiiista, me salió esta niña. ¿Sabe o no sabe optimizar recursos? ¿Qué distribución de la riqueza ni que zarandajas? ¡Distribución de las energías, y guerra a la tontería de decorar tus paredes a cambio de libras, sí señor!).
Éste es el resultado. Se quejaba de que todos habían pintado algo, ¡menos su amado hermano!, vaya por dios. Un rato después hablé con el disidente, y le comuniqué los reproches, dispuesta de paso a darle mi propio tirón de orejas. "Es que no había sitio", me dijo. Le dejé las orejas quietas, porque tardé demasiado (y aún sigo en ello) en encontrar un argumento con que rebatir el suyo...
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