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Cuando vi esta foto pensé varias cosas (como siempre que se ve una imagen, un gesto, una mirada, un movimiento cualquiera). Los pensamientos, los descubrimientos, las elucubraciones, se disparan siempre en muchas direcciones y éstas a su vez son unas u otras según el punto y el momento exacto en que nos encontremos al mirar. Cada imagen puede ser el detonante de una historia. No me refiero a que cada una forme parte de una historia, que sí (pero las historias no recreadas se parecen demasiado entre sí) sino a la posibilidad que tienen de generarlas. Y cada vez firmo y reafirmo más lo que le oí decir una vez a Wong Kar-Wai sobre su forma de escribir sus películas: "Un arquitecto crea un edificio y luego dice: detrás de ese edificio debería haber un árbol. Yo, en cambio, veo un árbol y luego digo: detrás de ese árbol debería haber un edificio". Cuando vi esta foto, digo, pensé muchas cosas, muchos edificios, algunos retrospectivos, es decir, que ya estaban ahí antes de la imagen y luego desaparecieron, como la melancolía impostada, pretendida, del fotógrafo que finge desaparecer para que sólo se vea la melancolía en la modelo, y eso... ya es una historia en sí misma. Y fue, creo, este pensamiento, o esta sensación, el que predominó sobre los otros. Porque me recordó mucho otra impostación casi idéntica: la de Tamara Lempicka, la pintora polaca que tanto inspiró a Madonna con sus mujeres elegantemente desmadejadas, casi siempre eróticas y siempre melancólicas. Esta foto parece un cuadro de Tamara Lempicka, en todo, y muy especialmente en ese brazo largo, desnudo y quebrado. No sé nada de esta pintora, de su vida personal, digo, ni de su carácter, pero cuando veo sus pinturas siempre pienso que no hizo más que retartarse a sí misma o a la idea de sí misma una y otra vez. Creo que ella no crea, sino que "se recrea". Creo que ella es el árbol, y el edificio.
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