Acabo de ver las fotos que hice hoy, y me hizo gracia ver con qué poco disimulo se nota que anduve por las calles como el licenciado Morillas. Uy, hasta aquí me salió... Es que... en días como hoy, de calor mercurial, siempre, desde que tengo 10 años, me acuerdo de unos versitos de un poema de Pemán que me sabía de pequeña y del que aún recuerdo mucha parte, que hablaba de un cura que tiene cierta disputa con un prestamista. Mira, ya que me pongo, a ver si me acuerdo:
"Eran las dos de la tarde del pleno agosto, en Sevilla, cuando por una calleja oscura, angosta y torcida, arrimándose al andar a las paredes y esquinas en demanda de la sombra de balcones y cornisas, sudoroso y jadeante va el licenciado Morillas".
Pues tal cual. Ahora mismo son más de las 2 de la mañana y estoy escribiendo esta tontería (que fue interrumpida varias veces) en ... como dios me trajo al mundo, vaya. Y aún así, asfixiá.

Aquí el seguimiento de la declaración de amor de aquel enamorado/a del tal Jaime que ya salió hace unos cuantos artículos. Aún sigue ahí. ¿Seguirá ahi el amor del enamorado? Hmmm. Ojalá dure al menos tanto como la pintura y la desisia de la comunidad de vecinos y autoridades varias que velan ¡ja! por el Madrid monumental. Foto hecha, como veis, como Luisa Fernanda cariño mío, a la olorosa sombra de una sombrilla de encaje y seda donde con voz muy queda canta el amooor chiiiiis pún (hay qué ver qué coros y danzas estoy esta noche). Dos tipos se pararon al verme hacer la foto. Algo muy típico, la gente siempre mira aquello que varios ojos humanos miran o que un ojo mecánico mira. Eché a andar, volví la cabeza, y los vi apuntando al mismo sitio con sus sendos ojos mecánicos. ¡Jaime ya es historia!

Aquí me di cuenta de que mi mochila ardía. Ardía, amigos. La tela era una estufa y las anillas metálicas quemaban literalmente. Menos mal que hay sombras.
Y aquí, en un descanso. Tenía 15 minutos de desconexión entre horas de aire acondicionado y horas de aire acondicionado. ¿Qué hace uno en estos casos? Pues salir a tomar el aire. ¿El quéeee? Di media vuelta a la manzana y me senté en un escaloncito de la calle a fumar un cigarrito. No por vicio, no, sino para refrescarme. Porque juro que el cigarro estaba al menos 15º más frío que el tal aire. Ahí sentada esto veía y esto retraté.
Y ahora me doy cuenta de que anduve yo en "demanda de la sombra de balcones y cornisas" y sombrillas de encaje y seda y pasadizos señoriales, pero que el ojo mecánico, que tiene vida propia (a menudo nada que ver con la nuestra propia), buscaba la luz al final del túnel. Como en la muerte. ¡De qué mal humor me pone al calor!
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