Cuando veo artistas que convencen porque están convencidos, pienso que no podría hacer nada mejor en el mundo que aquello que esos artistas hacen. Tenga o no tenga talento. Me olvido completamente de ese pequeño detalle en ese momento. Me pasa cuando veo una película buena (quiero dirigir), cuando me da clase un sonidista magnífico (quiero ser sonidista ¡prohibido reir a quienes me conocen!), una buena foto (quiero ser fotógrafa) y así hasta el infinito. Esto pasa no sólo con los artistas, sino con cualquier profesional que tenga pasión por lo que hace. Lo que ocurre es que un fotógrafo, por ejemplo, o incluso un escritor (o cualquier artista que realice en solitario su arte o sin miles de jueces evaluando su trabajo en directo mientras lo realiza), puede tener una parte de su cerebro desarrollada para la técnica, la composición, el color, la perspectiva, el ritmo, etc., y ser sin embargo un perfecto analfabeto emocional. Pero... interpretar delante de miles de personas, y hacerlas llorar, gritar, ponerlas en pie, requiere mucha pasión previa y también in situ.
Pues estas dos señoras son de esas.

Martirio. En esta foto que veis (o que adivináis, pero os la cuento yo; mi camaruca hizo lo que pudo, la criatura) cantó acompañada por Son de la Frontera. Unos fenómenos. Aquí uno de ellos baila el tango que ella canta, ambos por soleares. A la izquierda, a la guitarra, Raúl Rodríguez (que se marcó un solo de morir).
Y luego Martirio cantó Ojos verdes... verdes como la albahaca, verdes con brillo de faca que se han clavaíto en mi corazón.
Y yo me acordé de un día de hace ahora cuatro años en que la vi cantar acompañada por Chano Domínguez, y aluciné con ellos, y, también, de paso, con que ella cantase sin gafas un montón de tiempo. Yo era la responsable de la publicidad de ese teatro. Un tiempo después exhibí en el vestíbulo fotos de toda la temporada, entre ellas una magnífica del espectáculo que os digo. "Acoplados", se llamaba (disco recién salido en aquel momento). La elegí entre varios cientos, porque, aunque sobre el escenario estaban a varios metros uno del otro, en la foto las espaldas de Martirio y Chano marcaban una línea oblicua que dinamizaba la escena espectacularmente, y parecía que de verdad ambos estaban "acoplados". Unos meses después recibo un e-mail del chico de prensa de Martirio que recuerdo textualmente:
"Dime que NO hay una foto de Martirio sin gafas expuesta en el teatro". Me quise morir. ¿Qué ella hubiera cantado medio espectáculo sin gafas, no era entonces una decisión de cambio de imagen? ¿Yo me había metido en un lío, y lo que es peor, había metido en un lío al teatro y tratado incorrectamente a un artista? ¿Yoooo?
También recuerdo casi textualmente mi respuesta inmediata:
"Te adjunto la foto. Sólo la han visto hasta hoy... 126.000 personas. Lamentaría mucho que esto fuese motivo de disgusto. Asumo mi responsabilidad si desconocía esta prohibición contractual, pero el caso es que Martirio cantó sin gafas y nuestra fotógrafa estaba allí. Retiro la foto en media hora si lo desea. Pero pregúntale si hay alguna posibilidad de que... dado que lo hecho ya es irremediable... pueda NO privarnos de sus maravillosos ojos verdes..."etc.
A continuación hubo un cruce de correos geniales, entre los cuales figuraba la explicación del "accidente" que provocó la salida sin gafas de aquel día. Porque el caso es que Martirio sólo se quitaba unos segundos las gafas cuando cantaba "Ojos verdes" y ya los fotógrafos no estaban por petición previa. Pero aquel día... (eso ya es otra historia, y no será hoy cuando la cuente, que ya adivino, o ya más bien constato que este artículo va a ser el más largo de la historia te tonicapertutti).
Sólo os cuento el final: Martirio permitió que la foto siguiera allí. Sólo pidió, en compensación, ¡una copia para ella! Y por supuesto que la tuvo. Una copia idéntica.
Anoche cantó Ojos verdes. Y se quitó las gafas unos segundos. Yo estiré la cabeza hacia la línea de cámaras. Todos los medios habían desaparecido. Teles y prensa escrita. Todos menos uno. Una cámara. De la casa, supuse. Hmmmm... me dije... Y enseguida dejé de decirme nada, porque ya sólo la oía a ella que decía: "Subiste al caballo, te fuiste de mí, y nunca otra noche mas bella de mayo he vuelto a vivir". Y me quise morir.

Lila Downs. Salió enérgica. Estupenda. Otra diva impresionante (y, según me han chivado, otra persona excelente). Se me borra la melancolía, pensé. ¡A bailar! Pero de pronto cogió la guitarra ("esto es que va a cantar Paloma negra", me susurró al oído una amiga mexicana) y el arpa (qué arpa, santo dios) empezó a llorar y Lila a cantar: "Tengo miedo de buscarte y de encontrarte...... paloma negra, eres la reja de un penal... mis ojos se mueren sin mirar tus ojos... mi cariño con la aurora te vuelve a buscar". (Bueno, acabo de ver que hay un enlace en donde podéis oírla: http://www.youtube.com/watch?v=WS_BpR4KZfM
De paso he buscado "Ojos verdes" por Martirio. No lo he encontrado, pero seguro que todos conocéis su versión).
Cielos, me dije: más ojos no, por favor. Más ojos sí, por favor.
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De pronto me di cuenta de que me había diluido en medio de miles de personas y había perdido a los amigos. Ya no los esperé. Hoy tenía que madrugar y eché a andar calle abajo. Llamé a... al chico de prensa de Martirio, que es el mismo, sí, aquél recién conocido hace cuatro años, aquél que estuvo a punto de estrangularme vía mail, aquél al cual luego adoré (y soy correspondida, ¡yuupiiii!), para dejarle en su contestador un "muchas gracias, fue genial, despídeme de todos". Pero no salió el previsible contestador, sino él. Y con la misma autoridad de aquel mail, me dijo: "Camerino, izquierda del escenario. Ya sé que no te gustan los camerinos tras la función. Calla. No digas NO. Vuelve. Salgo a buscarte".
Volví, naturalmente. No había mail tras el que parapetarse para negociar. Le comenté a JC (mi ahora amigo) lo de la cámara y las no gafas, y me dijo que ahora Martirio hace alguna que otra concesión y que a veces se las quita un ratito ¡hasta en la tele!
Vi los ojos verdes sin gafas de Maribel (ahora ya era Maribel), recordamos aquel episodio, me dijo que tiene la foto en su cuarto de la música, y seguí mirando sus ojos verdes mientras hablaba con otra gente como si no acabara de dejarse la piel sobre el escenario, como si no estuviera cansada, con las fuerzas íntegras para beber cada palabra que le decían, para interesarse por todos, y por los todos a quienes aquellos todos querían. Y pensé que... que sólo la combinación de inteligencia, carácter y talento –indivisible este trío- hace que sepas entender que la generosidad no es una cosa que das. Sino que te das. Comprendí entonces la frase con la que se despidió del público: "¡Qué bien vamos a dormir esta noche!".
Me di la vuelta, porque alguien me quería presentar a una mujer delgada, con media melena negra cortada a la francesa, que también había ido a saludar a Maribel. Me encontré de frente con sus ojos. Maquillados como Marlene Dietrich, y con una mirada dulcísima y escrutadora. Es una bailarina, pensé. Fue una bailarina. La vida está llena de sorpresas... y de regalos: aquel ser increíblemente cálido era Christine Spengler. ¡Christine Spengler, muchachos! La magnífica reportera de guerra que decidió hacer fotos sólo en blanco y negro cuando su hermano se suicidó y ambos eran jóvenes y se amaban. La mujer que conmovió a miles de personas...
Chicos. Anoche no dormí bien. Fueron pocas horas y llenas de pesadillas. Hoy no estaba bien. Empecé este artículo hace horas y lo interrumpí en la primera línea tres veces (hubo tres primeras líneas). Me levanté de la silla y me tiré en la cama hinchable que estaba ahí al lado sin recoger (anoche tenía invitados). Ojalá hubiera una pastillita que borrara a algunas personas de nuestra memoria, en lugar de rancheras y coplas que nos las recuerden a todas horas. Ojalá no hubiera artistas que nos revolucionaran la memoria. Ojalá haya siempre artistas que nos revolucionen la memoria. Miraba sin ver la ventana por la que se colaba el último sol de la tarde. Era incapaz de ordenar los pensamientos y los recuerdos. Los de ayer, los de hace un mes, los de hace tres... Lo que quería escribir hoy. Y de pronto vi lo que no vi en tres años: la sombra horizontal de la reja, era de color. Alargué el brazo, cogí la cámara y disparé.
