Para María-Xarfita. Foto fresquita de esta misma tarde (no como la de su último artículo pero sí como ella misma, aunque nos llore). Plaza de España, Madrid. Aquí Don Cervantes medita y los demás contubernian sobre la vida y sus marchiteces y los pisotones de los desalmados y etc.
No son los sabios del Vilar, de donde era oriunda (¿a estas alturas ya podemos hablar en pasado de la flor, ¿no?) la marchitada, pero si del Olivar (o sobre él están, al menos) que te viene siendo parecido.
Algo concluirán. Alguna solución atopan, seguro. Y te la contaremos.
Aunque una cosa te digo, Marxarfa: cuando vi el título de tu artículo ("Me marchito"), ¿a que no sabes lo que pensó mi extraña y calenturienta mente y sin embargo insólitamente certera? Pues que te marchitabas. O sea, que te marchabas, pero poco. Lo juritito.
Y mira tú: a lo mejor resulta que esa es la solución: que te marches (aunque sea un poquito, o sea, que te "marchites") a un sitio sin teléfono, sin diccionarios y sin portátil. Porque ya te vale a ti, so insensata.
Por cierto: vete también sin libros de los otros, de los de no-trabajo (usté perdone, Don Miguel, pero asín es la vida). Tengo por ahí un articulito pendiente sobre la inutilidad (ética) de leer con el que no puedo estar más de acuerdo. Si tengo tiempo y ganas lo escribo. Por si no, id leyendo el artículo de Luisgé Martín del sábado 30 de agosto en Babelia. Estaría genial abrir un debate sobre sus reflexiones aquí. Yo lo firmaba ya, lo voy adelantando. No sé si está colgado en internet y no tengo ganas de buscarlo, pero algunos lo tendréis en casa y los otros... ¡haced un esfuercito, caramba!, que ya véis que los lectores protestan, que os echan de menos (por ahí hay un comentario de uno que dice que qué pasa con los creativos del tonica, que si estáis con síndrome postvacacional).
Y tú hazme caso, Marixarfa. marchítate pero ya a ... ¡yo qué sé! a... Jamaica, sin ir más lejos.
Mi corazón en tu corazón. (Que es, por cierto, un saludo jamaicano).
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