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Era 7 de enero y los intolerantes de los Reyes no me habían traído nada. Normal, es lo que pasa cuando se es mala y no se tiene el más mínimo propósito de la enmienda.
Pasé de realismos, me subí al coche y fui en busca de una aldea de a Pobra que, por cierto, no encontré; seguía mi mala suerte, cachis la mar. Continué hasta Boiro y paré en la playa de Barraña. Hacía un Norte que helaba hasta las ideas, pero me armé de valor, y bajé a hacer unas cuantas fotos. Cuando ya tenía los dedos tan tiesos que no podía disparar más, decidí irme a tomar un café a Cabío, que también hay vistas, pero acristaladas y el frío quedaba al otro lado del cristal.
Pero hete aquí que de camino iba yo viendo por el rabillo del ojo cómo se estaba poniendo el cielo hacia el Oeste y me olvidé del café... Bueno, vale, no me olvidé, pero no lo tomé y me fui corriendo al Vilar, porque cafés hay muchos, pero cielos como aquel... Pues eso, que allá me fui.
¡Ah, el Vilar!... Hacía todavía más frío que en Barraña, pero el espectáculo del Vilar, todo él -cielo, mar, lagunas, fauna, vegetación...- sí que es un regalo para los sentidos, aunque los tengas congelados.
Resumiendo, que, por mí, como si se jubilan los Reyes; todos ellos. Con vistas como éstas, me siento más que obsequiada.
P.D.: Y digo yo, ¿por qué subo una foto de Escarabote y después me lío a hablar del Vilar? ¡Ahh!...
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