Tengo que decir que lo leí poco. “El Evangelio según Jesucristo” y “Ensayo sobre la ceguera”, para ser exactos. Pero lo escuché, a través de entrevistas, en bastante más ocasiones. Y siempre me pareció lúcido, humilde, honesto consigo mismo,… y pesimista con ganas de no serlo. Sé que a algunos les pareció siempre un “muermo” y un “solemnizador de obviedades”. Pero no fue mi caso.
Hace unos cuantos años, estuvo en la inauguración de un Congreso médico que se celebró en A Coruña. Yo, sin tener nada que ver con tal evento, logré “colarme”. Y le escuché hablar del “bien interno” de las profesiones, cualidad que relacionaba con la vocación. Y del “bien externo”, que relacionaba con el poder, dinero, … Y recordó que, si uno valoraba únicamente el “bien externo”, mal irían las cosas. Porque lo que uno nunca debía perder era, precisamente, el “bien interno”. Que era lo que nuestra organización social “invitaba” a perder… refrescantes palabras para mí, sin duda…
Fue amigo de los más desfavorecidos. Y criticó la “democracia formal” que ahogaba la verdadera democracia, que veía, únicamente, como un horizonte. Y se rebeló también, públicamente, contra la opinión imperante sobre los países latinoamericanos que constituían “el eje del mal”, como antes lo había hecho contra la dictadura de Salazar. Y jamás traicionó su compromiso, aunque en algún caso hubo de rectificar alguna declaración realizada desde imperativos del momento. Siempre discretamente, sin estridencias y sin ánimo de molestar a nadie. Aunque molestó, y mucho.
Por todo ese ejemplo de coherencia construido desde unos orígenes humildes y desde una honestidad que nunca se agotó, fue ejemplo para muchos. Como para mí, entre otros. Supongo que su ausencia se hará, rápidamente cotidiana. Pero espero que no el recuerdo del ejemplo de su vida y de su obra. Porque, aunque no lo parezca, seguimos necesitando “símbolos”. Aunque molesten… incluso a veces a nosotros mismos…
“Hace quince segundos que se murió el poeta y hace quince siglos que notamos su ausencia. Creíamos entonces que estabamos de vuelta, cuando faltaba tanto de ausencia y de poeta.
Hace quince milenios se nos fugó el poeta dejándonos sus viudas y su niña eterna. Brindemos por su verbo, por su roja cabeza, hermanos de la sangre vertida del poeta.
Por él sus adversarios no olvidan, mas celebran, y por él, sus amigos, como quiera que hoy sean, se juntan nuevamente por sus miserias convocando a este muerto de la salud perfecta.
Hace quince silencios y otras muchas tristezas quién sabe qué diría su voz de inteligencia. Por eso un cisne canta, prófugo en la floresta, la tonada inasible que despertó el poeta….”
La Tonada inasible. Silvio Rodríguez.
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