
Hace ya mucho tiempo que Ramón es amigo mío. Casi treinta años, y todavía “no me atrevo” a llamarle “Moncho”. Bueno, no me atrevo porque es bastante mayor, ya cumplió los setenta. Pero desde que, de forma casual, lo conocí, siempre tuvo una mente lucidísima, con un punto algo socarrón. Vinculó su vida profesional al mundo judicial; y en lo personal, probablemente sea la persona más culta que he conocido. Las lúcidas anécdotas e inteligente ironía con que complementaba sus comentarios sobre la vida merecería, a mi entender, salir del espacio que él construía con un pequeño puñado de amigos. Lástima que, dada su salud física, no podamos ya pasear tan frecuentemente por la ciudad como hacíamos antaño.
Hoy lo he recordado, y es que me he sentido timado. El caso es que tuve que comprar “un producto” de telefonía móvil; y la sensación de ineficacia, junto al maltrato y engaño con que se condujeron los empleados de la empresa en cuestión, me hace coincidir con la “Organización de Consumidores y Usuarios” en el análisis de que estas empresas resultan ser las más ineficientes en la información y trato a los clientes. Pero el caso es que una vez pasó el tiempo de la rabia e indignación, recodé una anécdota que me contó Ramón hace ya muchos años.
Me decía Ramón, no recuerdo “a cuento de qué”, que creía que en España había un porcentaje nada desdeñable de personas frívolas y poco serias en su trabajo cotidiano. Y explicaba que esto sucedía en todos los sectores, y ponía como ejemplo a los médicos forenses, por los que no sentía una gran respeto profesional. Y recordaba que, en una ocasión, había presenciado un levantamiento de un cadáver en un monte cercano a Xinzo de Limia. El cadáver tenía evidentes signos de descomposición junto un orificio de bala en el cráneo. Pues bien, el forense practicó una trepanación y, a través de ella, introdujo su mano cubierta con un guante en el cerebro, que no era más que una masa gelatinosa que se desparramaba por el agujero de la trepanación, y en la que era imposible identificar ninguna estructura. Tras dos o tres minutos en los que el forense movió su mano por el cerebro como se puede mover en un recipiente de agua, afirmó: aquí está, enseñándoles a los allí presentes una bala de 9 mm. A la semana, Ramón tuvo oportunidad de acceder al completísimo informe que había redactado el médico forense, que explicaba la trayectoria de la bala a través de las estructuras cerebrales con un precisión digna del mejor anatomista que la historia haya dado…
Me vino hoy a la mente este recuerdo, y me hizo pensar que debía “relativizar” lo sucedido con las empresas de telefonía móvil. Y es que este país “da un tipo de personajes”, que afortunadamente no son mayoría, en los que la frivolidad y la picaresca en todos los órdenes de la vida es su característica más sobresaliente… espero que nunca, por el bien de todos, sean mayoría…
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