
La libertad, la libertad no interesa a
nadie. La sociedad espera de nosotros que seamos borregos y no
individuos. En nuestra avaricia nos creemos libres y sólo somos
marionetas sin voluntad propia. Para no ser diferentes de los demás
o para que nos vean a su misma altura, nos hipotecamos para comprar
un piso, para tener un coche que esté a nuestra altura social, para
pagar nuestras vacaciones; pero, si por algún motivo, nos vemos
privados de todo esto, a la mínima oportunidad volveremos a
hipotecarnos de por vida. No importan las deudas si podemos exhibir
un cierto status. Por que no queremos ser libres, queremos pensar
como los demás, no como nosotros.
Le voy a explicar como funciona una
trampa para monos. Construimos una jaula, no importa el material, que
permita ver lo que contiene su interior. Practicamos un agujero
adecuado al tamaño del mono que queramos cazar y dentro ponemos una
fruta. Un mono que se acerque sólo tendrá acceso al alimento si
introduce la mano por el agujero. Al agarrar la fruta ya está
cazado. El puño cerrado sobre la fruta ya no cabe por el agujero. Me
dirá usted que no tiene más que abrir la mano y prácticamente
quedará libre; y yo le responderé que tiene toda la razón. Pero el
mono no atiende a razones, está en posesión de algo que puede comer
y no está dispuesto a abandonarlo. Observará como el cazador se
acerca y saltará y chillará de miedo, pero jamás soltará lo que
encierra su puño.
¿Duda que nosotros no los imitamos?
Piénselo. Imagínese como individuo libre que se topa con una de
esas trampas; le aseguro que introduciría la mano por el agujero,
asiría la fruta y volveríamos, de nuevo, a ser compañeros de
jaula.
|