Ayer tenía una cita. De camino me llaman: que se anula la cita, que el señor que me tenía que recibir está en un atasco a kilómetros de Madrid. Dije que vale, que ya sé que aquí la gente no sabe conducir en cuanto caen cuatro gotas. Vuelvo a casa. Me llaman de nuevo. Que ha llegado, ¿puedo acercarme? Allá que me voy otra vez, con mi paragüitas maravilloso con cuadros de Monet y VanGog que me regaló mi amada Susana, y que provocó un amplio despliegue de mis artes persuasorias para que me lo dejaran subir al avión en Alvedro. Metro. Transbordo. Desde el andén veo marchar chucuchucuchú al tren con mi paraguas dentro. Calle. Cae un diluvio. Yo que iba toda mona y con paraguas divino, llegué como una porra mañanera justo después de entrar en el café con leche y justo antes de entrar en la boca. Hola buenas, vengo de recibir un castigo divino. Vosotros no sabéis conducir con lluvia y yo no recuerdo que llueve en cuantito hay un techo. ¿Donde puedo sacudirme?

Puedes sacudirte en mi casa, bonitiña, que ya estamos acostumbrados. Tú ven y sacúdete a gusto. Ya contarás qué tal la entrevista.

Llovió hoy tanto? ni me enteré.

Que conste que yo ya me la he sacudido y muy a gusto, la lluvia en Coruña es una maravilla. Y no te la sacudas en casa de Xarfita que es una ñoña.
Por cierto muy verde lo de Verdes me ha encantado no ir y dormirdormirdoirmir...........en pikolin.

por cierto: Odio a muerte a los ratones!

Vete a dormir, anda, que ya desvarías. O a lo mejor no. Pero si no te explicas... ¿qué pasa, que algún ratón leyó tus post y se te apereció en la cocina? ¿Ou qué?

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